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¿Cuando vale la pena discutir?

Todos tenemos una visión del mundo que estamos convencidos es la correcta. Muchos sentimos la obligación de hacerles saber a los demás cuál es la verdad de las cosas. Sin embargo, la psicología nos da mucha evidencia que la realidad que percibimos se construye a través del lente de nuestros sentidos y pensamientos de lo que creemos. Esto significa que aunque obviamente me puedo relacionar con la realidad objetiva, habrá muchas distorsiones que afirmarán mis propias creencias.

Una vez planteado lo anterior, vale la pena hacerse la pregunta ¿Vale la pena discutir con mi pareja, amigo, colega, para hacerle saber que está equivocado? La pregunta es compleja y habría que desmenuzar los elementos que están detrás de esta pregunta. Aquí desgloso algunos:

  1. ¿Qué tipo de relación tengo con la persona? ¿Es amorosa, transaccional, de poder, profesional, de vínculo afectivo o alguna combinación de las anteriores? ¿Discutir va a modificar negativamente la relación, sin un objetivo que valga la pena?

  2. ¿Mi personalidad tiende a ser dominante, mediadora, de sumisión o que evita el conflicto? ¿Tengo el impulso de discutir constantemente?

  3. ¿Cuál es el propósito de la interacción? ¿Cuál es la consecuencia de ganar o perder una discusión? Las dinámicas de poder en las conversaciones son parte del substrato que motiva la dirección de las mismas. En el trabajo podría ser que ganar una conversación me lleva a lograr una mejor negociación, sin embargo en mi relación de pareja podría ir desgastando el vínculo amoroso convirtiendo las interacciones en campos de batalla.

  4. ¿El objetivo de la discusión es lograr que la otra persona modifique su pensamiento o comportamiento? Este punto pareciera ser obvio y directo. La mayoría pensamos que si le digo, cambiará su manera de pensar y actuar, sin embargo muchas veces tendrá el efecto contrario al provocar una resistencia emocional.

Discutir con escucha atenta y un intercambio empático, requiere de un esfuerzo pero es la manera de enriquecer nuestras relaciones:

  1. Practicar la escucha empática: Escuchar y validar antes de refutar

  2. Detenerse a escuchar la voz interna: ¿Por qué quiero tener la razón? ¿Será que quiero vencer, darle su merecido? Las luchas de poder son desgastantes y pueden no tener fin, desgastando el vínculo con el otro. Guardar silencio en ocasiones es la mejor opción.

  3. Refutar las ideas, nunca atacar a la persona: Las discusiones productivas se mantienen en el ámbito de las ideas, cuando se trasladan a ataques a las personas, se vuelven agresivas y polarizando a las partes.

  4. Si el objetivo es provocar un cambio en el comportamiento de la persona, tenemos que pensar en como se puede lograr. El análisis, el consenso y acuerdos, funcionan mejor que los reclamos.

  5. Entender la motivación detrás de la necesidad de discutir: Somos seres complejos que trasladamos nuestras frustraciones y expectativas a reclamos o ls necesidad de tener la razón. Si entendemos esas motivaciones, podemos dirigirlas hacia comportamientos que sean más productivos.

La convivencia humana nos permite construir relaciones enriquecedoras que nos vinculan para poder desarrollarnos mejor. Esto va acompañado de momentos de desacuerdos y conflictos que pueden ser parte del crecimiento de todos los involucrados si se aprovechan como experiencias de aprendizaje.

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